En su teoría de la acción comunicativa, Jürgen Habermas trató la necesidad producir sentido compartido en las instituciones.

Su planteamiento es sobre que la mera productividad y funcionalidad de las estructuras no basta, la sociedad necesita también una dimension de legitimidad, sentido compartido que de cohesión a sus miembros.

Llevado al mundo del trabajo; una organización que solo es funcional y productiva es insuficiente si no logra el sentido compartido. Incluso alcanzando sus metas y objetivos, la organización seguiría vacía de significado para sus integrantes.

Pero, ¿qué pasa si la organización además está en crisis operativa? Estamos, entonces, ante una crisis y vacío profundo:

  • Falta de productividad
  • Falta de funcionalidad
  • Ausencia de un sentido compartido que genere propósito y cohesión social.

Una organización así luchará por alcanzar su supervivencia, por recuperar o alcanzar la productividad, y si no lo consigue solo obtendrá más frustración y más incertidumbre.

Una persona en esas circunstancias estará frente a una presión constante por la productividad, y a la vez estará carente de una razón para ser parte de ese espacio (más allá del sustento, ciertas tareas medianamente gratificantes y algunos hilos sociales con pares y compañeros que no alcanzan a suplir el vacío).

Un vacío muy grande

  • No lograr los resultados mínimos esperados en términos operativos
  • Falta de eficacia y eficiencia
  • Coas organizativo
  • Desconexión con la misión y los valores de la organización

Tenemos el cóctel fatal que probablemente termine en perpetuar la crisis funcional y emocional de una empresa sin dirección y con sus integrantes sin razones poderosas para pertenecer y participar activamente del desafío.