Cómo te sentirías en el trabajo si…
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¿Tuvieras derecho a diseñar tu propio trabajo?
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¿Tu equipo tuviera libertad para fijar sus propios objetivos y definir sus propios métodos?
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¿Te animaran a desarrollar tus habilidades y a asumir nuevos retos?
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¿Tus compañeros de trabajo se sintieran más como una familia que como colegas? (personalmente creo que esto puede ser más malo que bueno)
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¿Nunca sentir el agobio que viene de normas y trámites burocráticos inútiles?
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¿Sentir la confianza de que en cada situación puedes utilizar tu mejor juicio?
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¿Eres responsable ante tus compañeros y no ante un jefe?
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¿No tienes que perder el tiempo adulando o jugando a juegos políticos?
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¿Tienes la oportunidad de ayudar a dar forma a la estrategia y dirección de tu organización?
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¿Tu influencia y remuneración dependen de tus capacidades y no de tu rango?
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¿Nunca tienes motivos para sentirte inferior a cargos superiores?
Cuán increíble sería que todo esto fuera cierto en tu lugar de trabajo. Lo suficientemente increíble, creemos, como para que el trabajo apenas te pareciera trabajo. Por desgracia, esta no es la realidad para la mayoría de los empleados. La típica organización mediana o grande infantiliza a los empleados, impone un conformismo aburrido y desalienta el espíritu emprendedor; encasilla a las personas en roles estrechos, obstaculiza el crecimiento personal y trata a las personas como meros recursos.
Esa es la apertura del libro Humanocracy de Gary Hamel y Michele Zanini que estoy leyendo para revisar el caso de Haier y tomar ideas al diseñar un sistema que permita cooperar entre comunidades de tecnología de forma clara y estimulante.